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Uruguay aún está a tiempo

  • Foto del escritor: Fernando Belhot
    Fernando Belhot
  • 26 sept
  • 2 Min. de lectura

Uruguay todavía está a tiempo de preservar su tradición de país serio, cumplidor de sus compromisos, respetuoso de los derechos de todas las personas —nacionales y extranjeras— y con instituciones sólidas que sostienen una convivencia pacífica.

Contamos con un sistema de partidos políticos donde nuestros partidos fundacionales están entre los más antiguos del mundo. Somos reconocidos como una democracia consolidada, que se ha construido con el paso del tiempo y con la alternancia en el poder, aceptada por la inmensa mayoría de la población como un pilar fundamental de nuestra vida en democracia.

Es cierto que tenemos mucho por mejorar, y que hay ejemplos internacionales de los cuales aprender. Pero debemos hacerlo siempre preservando nuestra esencia nacional: el orgullo de vivir en una sociedad libre, respetuosa y tolerante. No podemos perder estas características que nos han valido reconocimiento y elogios desde el exterior.


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Un país abierto al mundo

Por nuestra escala geográfica y demográfica, necesariamente debemos ser un país abierto al mundo. Para ello, resulta imprescindible establecer reglas claras para quienes desean invertir, brindar certezas jurídicas y sostener una política de mercado libre que fomente el desarrollo individual.

El rol del Estado debe ser el de garante de la libertad, no el de un actor que compita o monopolice actividades productivas bajo pretexto de ayudar a los más necesitados. La redistribución de la riqueza no puede transformarse en su función central, porque históricamente ha demostrado hacerlo de manera ineficiente.


El problema del crecimiento del Estado

l desmedido crecimiento del Estado ha sido la causa principal de que Uruguay se haya ido rezagando en la senda del desarrollo. Este problema responde a dos factores:

  1. El financiamiento del Estado: su expansión exige cada vez más recursos, que se extraen de la comunidad y rara vez se aplican en beneficio de esta. Las funciones básicas deben financiarse con recursos genuinos, mayoritariamente de origen impositivo, que son siempre limitados.

La seguridad jurídica y las reglas de juego: el Estado debe generar un marco estable, que no se altere según su conveniencia. Solo así los individuos, nacionales o extranjeros, podrán desarrollar libremente actividades productivas que impulsen la movilidad social, verdadera fuente de igualdad de oportunidades.


La ley presupuestal como punto de inflexión

Uruguay atraviesa actualmente el proceso de aprobación de su ley presupuestal, que definirá el rumbo del país para los próximos cinco años. Un gobierno que pretenda redistribuir riqueza a través del gasto público, acompañado de un aumento de la presión fiscal y del endeudamiento, inevitablemente llevará al país a un mayor estancamiento, al incremento de la pobreza y al descontento social.

Ojalá nuestro Parlamento honre el espíritu que inspiró su origen en Inglaterra: limitar el poder del soberano en la creación de tributos.



 
 
 

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